Sería una vana pretensión hablar de Layana en la Edad Antigua. Ni Layana ni ninguno de los pueblos de la zona existían en tiempos tan lejanos. Como sabemos, todos estos pueblos tienen su origen en la Edad Media.
Al remontarnos a los antiguos pobladores nos encontramos con una primera dificultad: la escasez de datos. Las Altas y Medias Cinco Villas fueron, probablemente, una encrucijada de caminos en la que se encontraron pueblos diversos, costumbres distintas, a lo largo y ancho de los seis siglos antes de Cristo.
Según Caro Baroja, los vascones ocupaban la actual provincia de Navarra extendiéndose por las provincias de Zaragoza y Huesca, con centros de población como Jaca (Iacca) y Egea (Segia). Ptolomeo en el s. II nos habla de los vascones ocupando las tierras hasta el Ebro, Setia (Egea) y Alauona (Alagón). Del análisis lingüístico de la toponimia según las últimas investigaciones parece desprenderse que los vascones ocuparon todo el Pirineo hasta el Mediterráneo. Así se justificarían las frecuentes terminaciones en -berri, -gorri, -erre, -arre, etc. Algunos autores han demostrado la existencia de un periodo de bilingüismo en los Pirineos centrales, con la presencia del vasco en términos derivados del latín, en Ribagorza y Pallars, hasta la Edad Media.
En medio de este periodo de predominio vascón, allá por el año 600 antes de Cristo, irrumpen con ímpetu los suessetanos que ocupan las Cinco Villas. La capital de este pueblo fue Corbio o Corbión, que unos sitúan cerca de la actual Sos y otros en Sangüesa. Este pueblo es de origen celta, así como su lengua, cuya huella puede reconocerse en las terminaciones de los topónimos en -dunum, como Gordún, Navardún, Berdún. Desde Berdún, donde se situaría la frontera norte, lindando con los iacetanos, el pueblo suesetano se extendería hasta el Ebro.
Aunque el problema está más allá de nuestra competencia dejamos constancia de la polémica acerca del celtismo o el iberismo de los pueblos del valle del Ebro y el Pirineo. Los puristas como Jacobsthal afirman que en España no existió cultura celta de ninguna clase. Antonio Tovar sostiene la tesis de que el idioma de los celtíberos se derivaba del celta. Caro Baroja habla de los suessetanos como si fuera un pueblo ibérico.
Según este último autor la organización social de los suessetanos tenía su reflejo máximo en la ciudad. Estos pueblos, orgullosos e independientes podían vivir en paz, cultivando sus campos y cuidando sus ganados o se enzarzaban en guerras crueles entre vecinos, sólos o aliados con otros. La sociedad estaba estratificada, sobre todo en las grandes ciudades del litoral, con una poderosa aristocracia que ejercía el poder. Este carácter independiente luchó en su contra cuando la península fue invadida por cartagineses y romanos. Los ilergetes Indíbil y Mandonio arrasan en una ocasión los campos de suessetanos y sedetanos por haberse aliado éstos con los romanos. Esta circunstancia fue aprovechada hábilmente por Catón. En 195 a. C. Envió Catón a los suessetanos contra los lacetanos, pueblo ibérico especialmente salvaje, en virtud de una alianza con aquellos. Cuando los lacetanos reconocieron a sus enemigos por los gritos de guerra se envalentonaron por creerse superiores y los vencieron con facilidad. De esta manera el cónsul Marco Porcio Catón debilitó a ambos pueblos. La capital, Corbio, fue destruida por el pretor Terencio Varrón al final del siglo II antes de Cristo, (179), momento que aprovecharían sus antiguos pobladores, los vascones, apoyados seguramente por los romanos, para desplazar a los suessetanos y volver a ocupar el territorio.
Desde el punto de vista de las costumbres, los suessetanos combinaban el arte de la guerra con la agricultura, la ganadería y seguramente la caza. Cultivaban cereales, hortalizas junto a las ciudades, la vid y el olivo, venciendo al duro clima de la región que ya llamara la atención de Catón quien para destacar el fuerte y frío viento que llamamos «cierzo» lo describió como con poder para derribar a un soldado armado con todas sus armas o para volcar un carro con su carga.
La ciudad de Ejea, capital de las Cinco Villas, puede remontarse a estos tiempos remotos. No hay acuerdo entre los entendidos, pero se tiende a identificar a «Segia» o «Setia» como antigua ciudad vascona situada en el emplazamiento de la actual Ejea. De ser así, debió destacar en su tiempo dado que acuñó moneda en la que puede leerse el nombre de la ciudad. Como dice R. del Arco, identificar esta ceca con Ejea tiene trascendencia porque Ejea fue también ceca visigoda. Por tanto, desde los albores de la historia, Ejea habría sido mercado principal.
Antes de la conquista romana la región ibérica recibió fuertes influencias fenicias y sobre todo griegas. Estas últimas tenían su centro poderoso en Ampurias que irradió su cultura ascendiendo por el Ebro. En las grandes ciudades ibéricas cercanas al Ebro pueden encontrarse aportaciones de los griegos, pero sus ecos llegarían muy debilitados a las del norte de la actual provincia de Zaragoza.