Al final de la segunda clase dedicada a la metafísica platónica leímos, algo deprisa porque nos apremiaba la hora de terminar, un fragmento de J. L. Borges perteneciente a Otras Inquisiciones (1952), en el que, con su característico estilo, hacía suya la tesis de Coleridge según la cual todos nacemos platónicos o aristotélicos. Venía a decir que Platón y Aristóteles abrieron dos caminos, quizás complementarios pero incompatibles desde el punto de vista de cada uno de ellos, en los que podíamos encontrar a todos los filósofos de la historia. En el texto, Borges citaba filósofos importantes de todos los tiempos ubicándolos en uno de estos dos caminos. Pero iba aún mucho más allá. No ya sólo las personas en su dimensión individual pueden catalogarse como platónicas o aristotélicas, sino las mismas tradiciones nacionales y culturales. Así, venía a decir que la cultura inglesa fue siempre aristotélica y, consecuentemente, incapaz de entender los paradigmas platónicos.
Realmente, el fragmento de Borges que analizamos quedaba fuera del contexto propio del ensayo borgiano porque el objetivo que se buscaba en la clase no era otro que conocer la importancia del platonismo y el aristotelismo en la historia explicado por un gran autor. Sin embargo, el conjunto de todas esas aseveraciones pretendían ser el argumento para demostrar cómo generaciones de críticos literarios británicos fueron incapaces de entender un poema de fundamento platónico, la Oda a un ruiseñor, de Keats, y siempre erraron en su interpretación. En él se opone la fugacidad de la vida individual del poeta con la inmortalidad del canto del ruiseñor que él mismo escuchó en una noche maravillosa, que escuchó Shakespeare, que escuchó Ruth la moabita. El ruiseñor inmortal, el ruiseñor arquetipo, el ruiseñor platónico.
Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal! No habrá gentes hambrientas que te humillen; la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída por el emperador, antaño, y por el rústico; tal vez el mismo canto llegó al corazón triste de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra, por las extrañas mieses se detuvo, llorando; el mismo que hechizara a menudo los mágicos ventanales, abiertos sobre espumas de mares azarosos, en tierras de hadas y de olvido.El análisis de Borges se basa en una interpretación que se justifica en la visión del mundo de uno de los más grandes platónicos, A. Schopenhauer. En la clase se me pidió que pusiera el texto de Borges en el blog y ahora, al revisarlo, he pensado que puede ser muy enriquecedor leer el texto completo y la cita del autor de el Mundo como voluntad y representación. Para la mejor comprensión añado la oda de Keats y un poema de Borges que dedica a al inglés. La lectura detenida y atenta de esta selección puede ser el final perfecto a las clases de platonismo.
EL SENTIDO DEL MUNDO
Platón comete un error de base que desacredita toda su filosofía y la deja simplemente en buena literatura. Platón diseña todo un sistema de ideas basado en la suposición de que el Mundo tiene que tener sentido. ¿Pero, porque ha de tener sentido el mundo?
La materia, la vida, los estados de consciencia son posibles sin otro sentido que no sea el azar. Ahora bien, que el mundo no tenga sentido no significa que sea absurdo.
Podemos hacer filosofía e intentar descubrir la verdad, satisfaga o no carencias humanas, o podemos especular sobre castillos de naipes, como hace Platón, para tranquilizar nuestros sentimientos y dotarnos de una dimensión que no nos corresponde.
El Mundo ya era Mundo antes de la aparición del Hombre, y seguirá siendo Mundo después de su extinción.
Cuando el Mundo pierde su sentido direccional es cuando se comprende y se comprende el valor de la total ausencia de intencionalidad, es cuando la Vida cobra significado por sí misma, como proceso temporal y espacial y podemos admirarnos de nuestro propio estado de conciencia: “la materia observándose a sí misma”.
Platón comete otro error de segundo orden, no por eso menos grave: considera que el sentido del Mundo ha de ser transcendente, es decir que la perfección es el Bien, la Belleza y la Verdad, que culminan en el Ser. Pero ¿Por qué? ¿Por qué no podría ser el Mal, la Fealdad y la Mentira, desembocando en el Anti-Ser como finalidad última de Mundo? No hay ningún argumento razonable para que predomine una dirección sobre la otra.
Lamentablemente la filosofía de Platón ha llevado a Occidente a una tendencia filosófica errónea que durante 2.500 años ha provocado, y sigue provocando, planteamientos inconsistentes de carácter educativo, político, moral y religioso. Podemos consolarnos con la poesía, porque a esta disciplina literaria sí que la ha enriquecido.
LA RACIONAL IRRACIONALIDAD HUMANA
A veces tengo la impresión de que la Filosofía se obceca en exceso en las preguntas de tal forma que incluso cuando descubre una respuesta la ignora y sigue manteniendo la misma pregunta. Parece como que a la Filosofía no le interesen las respuestas, solo las preguntas que se hace una y otra vez, aunque la respuesta se haya encontrado hace 200 años.
Nuestro mundo lógico se debe corresponder con el ontológico de tal forma que se mantenga en todo momento la coherencia interna del pensamiento y externa del pensamiento con el mundo físico y biológico. Entre otras cosas, tal y como vimos en temas anteriores, porque nuestra mente se conforma en una cultura con una cosmovisión determinada que se transmite de generación en generación. Una cultura abierta posibilita la visión de que, efectivamente, puede haber en el mundo físico aspectos que no veamos o que no comprendamos por la propia rigidez que presentan las culturas, por muy abiertas que sean.
En el párrafo anterior se acaba toda la racionalidad del Hombre, a partir de ahí todo es irracional, pues el Hombre, todo Hombre, puede ser definido como “voluntad”, “voluntad de ser” y “voluntad de existir”. Sin entrar en complejas argumentaciones, vamos a ver ejemplos:
• La racional conducta del científico tiene el objetivo de la emoción del descubrimiento.
• El racional planteamiento del deportista se dirige a la emocionalidad del éxito
• El racional empresario siente verdadera emoción cuando consigue un buen negocio
• La racionalidad del trabajador se explica mejor con la emoción que siente al realizar un buen trabajo.
• La persona rica se sigue emocionando cuando consigue incrementar su riqueza
• El racional buen estudiante se emociona cuando aprueba u obtiene resultados brillantes
• El racional comportamiento del ahorrador pretende mantener su capacidad de emocionarse en el futuro.
• El exceso de racionalidad del avaro tiene la finalidad de sentir la emoción del atesoramiento.
• Etc, etc.
No hay conducta humana compleja que no tenga como finalidad la emoción, y para conseguirlo no duda en utilizar toda la racionalidad de la que disponga a su alcance.
Conclusión: la dualidad “racional – irracional” en el Hombre es un constructo irracional, ya que la razón, cuando supera el nivel básico de coherencia interna y externa, tiene como único objetivo el de servir a la emoción, ya sea directa o diferida en el tiempo.
NOTA: en este comentario he tratado la emoción individual (extrapolable a la de equipo), pero hay que considerar que a la individual hay que añadir la compleja emoción colectiva, que explica no como conductas racionales sino también conductas directamente irracionales. También he evitado terminología del tipo “Ser en si para si” y derivados, muy apropiada para este contexto pero demasiado tecnicista.