
Hace tiempo que escribí en un sitio web la leyenda que titulé El pozo de los Bañales y reproduciré aquí exactamente tal y como se redactó en aquel momento. Sin embargo, al releer ahora esta, por lo demás, poco original historia, me asaltan dos preguntas a las que no encuentro respuesta. La primera es, ¿cómo llegó hasta mi la noticia de este cuento? No logro averiguar cuales fueron los vericuetos que lo condujeron hasta mis oídos. La más vasta memoria de Layana y alrededores que he conocido es la de mi padre y recuerdo su fascinación cuando leyó mi relato porque para él era como si escuchase esta leyenda por primera vez. Y si no ha sido mi padre la vía natural de conocimiento ignoro cuál otra pudo ser. La segunda cuestión es muy diferente. Desde hace unos pocos años se celebra, a principios de cada verano, una marcha denominada Marcha nocturna del pozo del diablo que parte del río Arba en Malpica y siguiendo su curso hasta Biota desvía su trayectoria hacia los Bañales y termina en Layana junto al río Riguel. En la marcha participan gentes de todos los pueblos citados. Los Ayuntamientos respectivos organizan y obsequian a los participantes con refrescos, chocolate, etc. La marcha es nocturna, supongo que con luna llena para iluminar el ambiente gótico de la actividad que se adorna de los protagonistas y atrezzo de la leyenda: el demonio, la muchacha, la noche, etc. Pero lo misterioso para mi es que hasta hace bien poco tiempo nadie conocía el cuento de la muchacha y ahora es de dominio público. ¿Quién lo ha descubierto? ¿dónde? ¿cómo se ha hecho tan popular? Me gustaría conocer la respuesta.
Y ahora, la transcripción literal de lo que se escribió en aquella ocasión citada más arriba.

El motivo se repite con frecuencia para dar cuenta de obras de ingeniería, edificios o monumentos que en algún momento parecieron tarea sobrehumana por su rareza, su dificultad, o su belleza. Es el caso del pozo de los Bañales.
Val de Bañales es un término que se encuentra dentro del término municipal de Uncastillo, extendiéndose casi hasta las puertas del mismo pueblo de Layana. El topónimo de «Bañales» deriva de «baños», que es como se ha denominado popularmente a las termas romanas que allí se encuentran. El conjunto de esas ruinas se conoce con el nombre de «los Bañales». Se trata de un lugar privilegiado, mágico según algunos, que ha sido testigo ininterrumpidamente desde la prehistoria hasta nuestros días del avatar humano.
Valdebañales ha recompensado a sus cultivadores con cosechas generosas, a cambio de una vida dura, austera, soportando calores abrasadores en verano, grandes heladas en invierno, sin más agua que la que avaramente regala el cielo, a menos que se vaya a buscarla lejos de allí, a los ríos Riguel o Arba de Luesia, como en su momento hicieron los romanos.
Y éste es el origen de nuestra primera leyenda. Evoquemos el escenario. En medio de las ruinas romanas y construida con materiales procedentes de las mismas se encuentra la ermita de la Virgen de los Bañales. La ermita, es de estilo barroco y nada de su interior testimonia mayor antigüedad. La tradición mantiene, sin embargo, que La Virgen se apareció, a unos pastores en una cueva cercana en los primeros siglos del cristianismo, aunque le primer documento que menciona la devoción a la virgen de los Bañales es de 1205. A ambos lados de la ermita se construyeron, tiempos después, sendos anexos para vivienda, graneros y corrales de una familia que allí vivía explotando las fincas de alrededor. Se les conocía como «los bañaleros». Retirados, pasaban la mayor parte de su tiempo en la soledad de esos campos y sólo para comprar artículos de primera necesidad u holgar en las fiestas se acercaban a Layana. Era costumbre de estas tierras que los hombres salieran a trabajar a los campos mientras las mujeres quedaban en la casa dedicadas a las faenas propias del hogar: limpiar, lavar las ropas, preparar comidas, aviar el corral. Entre las mujeres se encontraba la criada que, como es fácil de adivinar, era la que salía peor parada en el reparto de tareas. Entre sus muchos y agotadores trabajos destacaba su obligación de acercarse diariamente al río y acarrear en cántaros toda el agua que se necesitaba, que no sería poca si tenemos en cuenta las necesidades de la cocina, el corral, la casa. Menos mal que las exigencias de higiene personal eran de momento escasas.
La moza partía todas la mañanas, al amanecer, con los dos cántaros vacíos, uno a la cadera, el otro en equilibrio sobre su cabeza, cantando de vez en cuando, renegando de su mala suerte por haber nacido pobre, las más de las veces, hasta el río Riguel, volviendo más tarde pesadamente con los recipientes llenos. En uno de estos viajes, la muchacha, ya sin esperanza, se topa con un personajillo de aspecto extraño. Colócase a su vera y la acompaña durante un buen trecho. Es de trato agradable y parece que conoce al dedillo sus penas. Finalmente, se presenta: él podría aliviar sus sufrimientos ya que tiene mucho poder, casi tanto como Dios; es nada menos que el diablo. Sólo le pide un precio muy alto pero que ella fácilmente puede pagar sin empobrecerse: su alma. La muchacha es buena cristiana y temerosa de Dios, devota sobre todo de la Virgen de los Bañales a la que visita de vez en cuando, pero la oferta es muy tentadora. El diablo le ha prometido, nada más y nada menos disponer de un pozo profundo, siempre lleno de agua que le liberará definitivamente del interminable y diario acarreo de cántaros y cántaros. Tres veces ha tropezado en las piedras del camino que tan bien conoce por fuerza de la costumbre, pero el azoramiento en que se encuentra tras la proposición tentadora ha oscurecido su mente y todo, hasta el propio camino queda desdibujado en la confusión. El diablo le ha concedido unos días para que estudie su propuesta. Algo sospechan las señoras de la casa que ven a la criada más torpe que de ordinario; lleva ya rotas unas cuantas piezas de la vajilla, tan difíciles de reponer. Por fin la muchacha se ha decidido: nunca más volverá al río, aceptará el trato con el diablo.
La criada, que es avispada, exige al diablo una condición: el pozo con su brocal se ha de construir en una sola noche y para cuando el gallo cante tiene que estar perfectamente terminado. Sólo si se cumplen estrictamente esas condiciones ella le pagará el precio convenido: su alma. El diablo acepta encantado las condiciones; obras más difíciles ha hecho en menos tiempo. Esto es fácil: coser y cantar. Llega la fecha fijada y en el momento que cae la noche, cuando las gentes cansadas se retiran a sus alcobas, el diablo comienza febril su tarea y en un santiamén excava un profundo pozo. Reviste cuidadosamente las paredes con piedras perfectamente trabajadas. Ha pasado la mitad del tiempo pactado y está terminado el pozo y su revestimiento. Sólo falta el pretil que quiere construir bien hermoso pues el diablo es vanidosillo y le sobra tiempo.
El diablo está colocando la última piedra del pretil. Se encuentra gozoso pensando en la recompensa que ya casi puede acariciar: el alma de la muchacha. Pero la muchacha es lista y ha preparado una estratagema con la que el diablo no cuenta. Quédamente se ha acercado con un candil al gallinero y se coloca delante del apuesto gallo que todos los días a todos despierta al amanecer. El gallo abre los ojos y deslumbrado por la luz que confunde con la del alba entona decidido su primer canto que taladra la oscura noche. Y el diablo, asustado,colocando aún la última piedra no entiende cómo ese maldito gallo ha podido cantar si aún es noche cerrada. Hasta que descubre el engaño de la muchacha y avergonzado desaparece dejando en el patio de la casa un penetrante olor a azufre y un hermoso pozo.
Aquí termina la leyenda. El pozo, hermoso, profundo, admirable, aun puede sorprender al visitante que por allí quiera acercarse. Y junto al pozo encontrará una pila monolítica de gran tamaño con ingenioso canalillo de entrada y salida que permite ahorrar hasta una gota de la escasa agua que tan cicateramente regala esta tierra.
Bonito relato muy bien contado Gracias!