CONQUISTA ROMANA

Durante la dominación romana, los campos de los alrededores de Layana y Sádaba debieron estar intesamente poblados y explotados a juzgar por los restos arqueológicos que allí se encuentran. Probablemente, Layana nunca ha estado tan poblada como lo estuvo su vecina romana en este periodo de la historia.

Entendemos perfectamente la ocupación y explotación de esta tierra dadas sus condiciones excelentes para el cultivo de cereales. El valle de Valdebañales y las vegas del río Riguel, feracísimas tierras de aluvión, aunque se cultiven en régimen de secano se benefician de un favorable microclima que garantiza abundantes cosechas. Así fue durante la dominación romana y así lo es en la actualidad.

Además de las condiciones del suelo y clima, Layana se sitúa en una encrucijada de caminos que facilitaría el transporte de los productos a cualquier lugar del Imperio. Cerca, pasaba la calzada secundaria Cesaraugusta-Pamplona, a cuya vera encontraremos el monumento funerario de los Atilios, uno de los mejores conservados y de más interés de la Hispania romana.

La instalación de un asentamiento romano, construido sobre otro ibérico debió de tener lugar no antes del siglo III y su florecimiento coicidió hacia el final del Imperio, como consecuencia de la crisis de las ciudades y la creación de grandes y suntuosas villas en el campo. Grandes y poderosas familias se instalarían en la zona lo que explicaría la construcción de obras tan costosas y complicadas como las termas, el acueducto, etc. Probablemente nunca existió una ciudad de abultada población, reduciéndose a las villas de los terratenientes o de los funcionarios encargados de los cultivos y las viviendas de los esclavos y campesinos.

La extensión en la que pueden encontrarse restos arquelógicos de diverso tipo y la espectacularidad de algunos explica la admiración que ha despertado siempre en viajeros, como Labaña, o arquelógos de diferente condición y saber.

El geógrafo portugués Juan Bautista Labaña visitó los Bañales en 1610 y por su descripción no encontró más que ruinas no en mucho mejor estado que en la actualidad, con excepción de un arco que ha desaparecido completamente. Esta es su noticia:

“Más al este de Sádaba, a media legua de ella, se ve otra antigualla romana. Es un arco un poco arruinado por un lado, de buena arquitectura, cuya vuelta no guarda ya su perfecta redondez, en el alto del cual dicen los de Sádaba que se hallaron unos vasos con cenizas. ( Adviértase que este arco tiene de vano 16 pies, y los pedestales tienen 13 y 12 pies, y así enmiéndese el diseño, que tiene de vano 26 no habiendo de tener más que 16. Lo que me parece de estas ruinas es que el arco fue sepultura de algún romano, el cual, por memoria pía, hizo el otro edificio, que fueron termas, a las cuales venía el agua por el acueducto). A mano derecha de este arco, a algunos treinta pasos, está otra ruina romana, en la cual se ve aún en pie una casa entera muy bien labrada, de sillería, con su bóveda perfecta, y por las paredes, encima de una cornisa que rodea la casa, muchos nichos pequeños. Arrimada a esta casa por otro lado, parece por los vestigios que había otros aposentos grandes de la misma forma y en uno de los topes se ve otro pedazo de otro aposento, que con lo que está entero se unía, y al lado izquierdo del arco, a algunos cincuenta pasos, hay dos columnas altas de pedazos de piedras, con sus capiteles groseramente labrados y sin regla de arquitectura… Por aquel mismo lado, a unos trescientos pasos, hay treinta y seis pilares de piedras toscas asentadas unas sobre otras labradas bajo los asientos; en lo alto de algunas se ven caños abiertos de piedra, por donde venía el agua, siendo estos pilares de algún acueducto; van los últimos pilares a parar en la ladera de un monte, el cual dicen los de Sádaba que estaba antiguamente agujereado , de donde y por el acueducto dicen que venía agua del Arba de Luesia al lugar que hoy llaman Los Banares. Dicen los de Ejea y Sádaba que hubo aquí una gran ciudad llamada Clarina.”

Los restos más notables son los correspondientes a los baños o termas que dan nombre de “Bañales”a la zona. Una tradición repetida por las gentes del lugar indica que los restos se asientan en los cimientos de la ciudad de Clarina, de origen anterior a los romanos. Leante (Lérida ,1889) incluso da la fecha de 179 antes de Cristo como la de la fundación de Clarina, ciudad que según la misma tradición pasó a denominarse Munda en siglos posteriores. La descripción de los restos que quedaban a la luz en tiempos de este autor (Leante), es decir a mitad del siglo XIX nos hace suponer que lo que entonces quedaba a la luz es lo mismo que hoy podemos visitar, si no tenemos en cuenta las recientes excavaciones. La reconstrucción de Leante, que no debió visitar el lugar personalmente sino que se fio de las descripciones que el párroco de Layana o Uncastillo le pudo proporcionar, abunda en los rasgos de fantasía desbordada y sin fundamento histórico que más tarde hemos escuchado personalmente a muchos layaneros. Probablemente el momento de mayor destrucción de las ruinas de los Bañales debió coincidir con la construcción de la ermita de los Bañales en época del barroco que debió aporovecharse de los materiales abundantes que generosamente le brindaba la historia.

No añadimos nada más a esta sección ya que el interesado podrá informarse ampliamente a través de la abundante bibliografía existente sobre este tema. En el capítulo correspondiente a “leyendas”, en esta misma página web se añaden noticias de tipo popular.

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