LA ORDEN DE SANTA CRISTINA

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Casi toda la información de este capítulo procede del libro sobre la Orden de Santa Cristina de D. Antonio Durán Gudiol.

A. Siglo XII

1.- Orígenes

Tras la anexión del condado de Aragón a Navarra, a principios del siglo XI,  en tiempos de Sancho III, el paso de Somport al Bearn se convierte en el primero en orden de importancia en detrimento del de Hecho que había sido el más importante desde los remotos tiempos del Imperio Romano. Aunque existen noticias más de tipo legendario que documentadas podemos señalar al rey Pedro I como el fundador del hospital de Santa Cristina en Somport junto a Gastón IV de Bearn, su esposa Talesa y al rey Alfonso I más tarde, como los grandes impulsores. Se fundó para protección de pobres y peregrinos dados los evidentes peligros por frío, ventiscas, ataques de lobos y otros muchos que debían afrontar los que por allí pasaban. La fundación del hospital incluía la donación real de tierras para la explotación ganadera y censos que pagarían diversas entidades. Además, los frailes y caseros gozaron de fueros muy beneficiosos.

El primer prior del hospital a principios del siglo XII se llamó Guillermo de Lafita, personaje que pasaría pocos años después a ocupar la sede episcopal navarra. Aunque no es un dato seguro parece que la fundación fue confiada a la Orden del Santo Sepulcro. A los miembros se les denominaba fratres y fraires y estaban organizados según la regla de San Agustín. El territorio dominado por el hospital en este primer momento sería sin más el inmediato entre la vertiente española y la del Bearn. Los ingresos más cuantiosos debieron ser los correspondientes a la actividad comercial y la recaudación de impuestos por el paso de productos. También en esta época se levantaron en el Bearn hospitales dependientes del de Santa Cristina.
La importante expansión que experimentó el hospital comenzó en Navarra. Se dan dos circunstancias favorables a dicha expansión: el hecho de que el Rey Alfonso I lo sea de Navarra y de Aragón, y la suerte de que el obispo de Pamplona fuera el que hemos conocido como fundador del hospital y primer prior. De esta época procede la donación de Murillo del Cuende, el hospital de Roncesvalles que pertenecería en esta primera época a Santa Cristina y posesiones en Burguete. Tres cofradías se fundaron en territorio navarro en la primera mitad del siglo XII: las de Allo, Dicastillo y Barasoain.

Siendo obispo de Pamplona, el propio Guillermo de Lafita debió de encargarse de la administración del Hospital hasta el año 1124 que es la primera vez que se documenta la existencia del segundo prior llamado Aznar.

2.- Alfonso I, Ramiro II, Ramón Berenguer IV.

El monasterio-hospital de Santa Cristina contó con la protección de Alfonso l, Ramiro II y Ramón Berenguer IV. Consolidó su posición y extendió su poder en tierras del Ebro que acababan de ser conquistadas. A la muerte del Batallador y a consecuencia de su extraño testamento en favor de las órdenes militares corrieron tiempos difíciles para todo el reino y cómo no, también para el Hospital de Santa Cristina.

Ramón Berenguer IV reanudó la actividad protectora de la institución. Es de esta época la donación a Santa Cristina del lugar de Puilampa, en el término de Sádaba y muy cerca  de Layana. Puilampa se había dado a Andrés, hijo del conde don Huas, por Alfonso I como privilegio, en 1133. En el documento de donación, estudiado por Lacarra, se manda repoblar el lugar por gentes de Uncastillo. Queda fuera de duda la existencia de una comunidad de frailes residente en la casa de Puilampa. También de esta época proceden la donación de Vallcalent en la huerta de Lérida.

Las donaciones del conde príncipe reactivaron la economía del Hospital que extendieron su actividad a la ciudad de Jaca y alrededores. La influencia llegó hasta Calatayud, ciudad  en cuyas afueras se fundó un barrio, con su iglesia, beneficiado con  fueros para sus moradores y privilegios para la orden de Santa Cristina. Tanto las casa de Calatayud como las de Puilampa estaban habitadas por frailes de la Orden que vivían bajo la dirección de un prior dependiente del prior superior de Somport.

3.- Alfonso II

La donación de un Horno en Ejea y la erección de una casa de la orden en esta localidad tuvo lugar en la época de Alfonso II. También se donó un horno en Luesia. Un documento de 1193 establece la donación de una casa en el castillo de Layana por los esposos Domingo Pérez de Biota y su esposa Florenza. Figura Bernardo de Espinalba como prior de la orden, como testigo, Sancho de Sezera, prior de la casa de Puilampa. Este documento es el segundo, por orden de antigüedad, que conocemos en el que se cita Layana.

4.- La Orden de Santa Cristina en el siglo XII

La Orden la constituye una comunidad formada por varios miembros denominados fratres, clerici o seniores dirigidos por un prior y regidos por la regla de San Agustín. Los profesos se consagraban a una vida dedicada a la asistencia a los pobres y peregrinos renunciando al mundo. Por un privilegio de Alfonso II los frailes elegían libremente a sus priores. Entre los miembros se distinguían los clérigos y los laicos. Otra distinción dentro de la orden eran los “fratres professi”, observantes de la disciplina conventual y que recibían a cambio alimento, vestido y cobijo y los “fratres participes” que eran hombres , a veces, matrimonios, que ofrecían a la orden todos sus bienes y aunque vivían en sus propias casa recibían de ésta alimento y auxilio espiritual.

Los cargos más importantes entre los frailes eran, aparte del prior y sozprior, los de capellanus, que atendía las necesidades de culto ayudado por el sacrista, que administraba el patrimonio de la sacristía, los de claviger (tesorero), encargado de ingresos y gastos generales, el camarer, que tenía que ver con el vestuario, enfermer, que administraba los gastos de enfermería, el hospitaler, que acogía a las personas que buscaban refugio. Todas las figuras anteriores eran comunes a otros monasterios; específico de esta casa era el mayoral de las vacas, encargado de la ganadería y los pastores.

La forma en que extendió la orden su influencia por Navarra y Aragón fue mediante la creación de las “Confratrie” o cofradías. La pertenencia a dichas cofradías perseguía dos finalidades. La primera, la salvación de la propia alma y el sufragio por los difuntos. Al morir un cofrade los que seguían vivos ofrecían oraciones, sacrificios y misas por las almas de los cofrades difuntos. El segundo objetivo apuntaba a la financiación de obras asistenciales, a la ayuda mutua entre los hermanos y, éste más terrenal, a la defensa de los intereses de Santa Cristina.

El acto principal de la cofradía era  la llamada “celebración de la hermandad”. De mañana, después de rezar maitines y oir la misa, los cofrades celebraban capítulo, al modo de los clérigos regulares, en el que cada uno exponía sus culpas y pecados. Tras escuchar la penitencia se celebraba una comida de fraternidad. En esta misma celebración los cofrades ofrecían la donación a la que estaban obligados para sufragar los gastos de la cofradía, auxilio de los pobres y la contribución en beneficio del Hospital de  Somport.

Las cofradías mejor conocidas porque son citadas en algún documentos son las siguientes: cuatro en Navarra: Tudela, Allo, Dicastillo y Barasoaín; y ocho en el reino de Aragón: Jaca, Bailo, Moncayo, Gordués, Isuerre, Longás, Lobera y Filera. Gozaron estas cofradías de un gran auge durante el siglo XII, aunque al final de la centuria perdieron su pujanza.

Fue tanta la importancia de la orden en este siglo que durante la segunda mitad del siglo XII se fueron multiplicando las “Casas de Santa Cristina” regidas por pequeñas comunidades que  se pueden clasificar en cinco tipos: iglesias-hospital, iglesias parroquiales, lugares y villas de señorío temporal, casa-vivienda y otros bienes. ¿Nos es lícito suponer que la iglesia de Layana, asociada al hospital de Santa Cristina por la mano que figura en su portada, fuese una de las iglesias parroquiales?

B. Siglo XIII

Al principio de esta centuria ya se observaron notables reformas en la estructura del Hospital y sus posesiones. Los hospitales de Bearn y las casa de Santa Cristina se configuraron como encomiendas dependientes de la casa madre en Somport. El prior de esta casa  era el superior de todos sus miembros encuadrados en la llamada Orden de Santa Cristina. También en esta época se generaliza la denominación de monasterio de Santa Cristina en vez de Hospital de Santa Cristina. Al constituirse como Orden necesitaron redactar  una nueva constitución de la que actualmente no conocemos ningún detalle. En resumen, disponemos en esta época de tres entidades diferentes: la casa madre en Somport, los prioratos, como el de Artieda o Puilampa y las encomiendas, como la de Tarazona o Jaca. En orden de jerarquía, tenemos: el prior, los priores de los prioratos, los comendadores y finalmente, los miembros de la orden.

Las casas de la orden en el siglo XIII son las siguientes:

En Bearn:
Encomienda de Gabás
Encomienda de Aubertin
Encomienda de Mifaget
En Aragón:

Encomienda de Jaca
Encomienda de los Arañones
Encomienda de Aniés
Encomienda de Castejón de Valdejasa
Encomienda de Tarazona
Priorato de Artieda
Priorato de Puilampa
Priorato de San Vicente de Huesca

En Navarra:
Encomienda de Tudela
En Castilla:
Encomienda de Soria

El rey Pedro II, ya en el siglo XIII se mostró como un gran protector de la Orden. Donó el castillo de Sora así como la iglesia del mismo. Poco después amplió dicha donación con la de Castejón de Valdejasa en donde ya debía existir una casa de la orden puesto que exige que la casa se traslade al castillo de Sora. En 1211 el rey donó a Santa Cristina la villa y castillo de Morata de Jalón. Pocos años después la iglesia de Artieda y la de Biota, de la diócesis de Pamplona, pasaron a ser propiedad de Santa Cristina, lo que indica las buenas relaciones entre el monasterio y la diócesis pamplonesa.

En 1234, el prior maestro Arnaldo recibió del obispo de Pamplona, Pedro Ramírez, la propiedad de la iglesia de Puilampa. Suponemos que esta propiedad es la de los diezmos de los productos y precisamente la que se convertirá en poco tiempo en objeto de discordia como contaremos más adelante. El propietario se veía obligado al sostenimiento del clero y el culto parroquial. ¿Tuvo Puilampa alguna entidad de población mayor que la propia de un monasterio? Existe un documento de tiempos del Batallador en el que se ordena la repoblación de Puilampa con gentes de Uncastillo. La Iglesia donada al maestro Arnaldo, ¿no sería la iglesia del poblado?

Al auge que hemos conocido a lo largo de todo este siglo le sucedió un progresivo deterioro de la orden que fue acumulando enormes deudas que estuvieron a punto de acabar con ella. Justo a la mitad del siglo tuvo lugar el conflicto entre el obispo de Pamplona y el prior de Santa Cristina por la posesión de los diezmos de Puilampa. Dejamos este incidente para el final, aunque  puede servirnos de indicativo del deterioro de las relaciones, antes óptimas, entre el obispado y el priorato.
En 1261 se reúne el capítulo general de la Orden para tratar el acuciante tema de las deudas y se acordó dividirla en dos partes, una la pagaría el prior y la otra la comunidad. Esta deuda iba a condicionar la historia de la Orden y seguramente contribuyó a disminuir su importancia en tiempos sucesivos.

6. Las Encomiendas de Santa Cristina

Como hemos dicho, las casas de la Orden desde finales del siglo XII y durante el siglo XIII se organizaron en encomiendas; cada encomienda podía tener varias comunidades de frailes regidas por un comendador. A su vez cada comunidad viviría bajo la autoridad de un prior. Todos ellos quedaban bajo la autoridad del prior de la Orden  de la Casa Mayor de Somport.

7. Siglos XIV, XV y XVI

La Orden de Santa Cristina continuó su andadura en Somport y hay abundante documentación en el Archivo Histórico nacional de Madrid. Podemos encontrar testimonios de escritores y autoridades, como la del geógrafo portugués Labaña que visitó el monasterio de Santa Cristina cumpliendo el encargo de la elaboración  del mapa de Aragón. Otra autoridad sobre el tema fue fray Jacinto Fabián Escriche, tercer prior de la casa de dominicos de Jaca,  quien en 1618 escribió un “Elucidario del ínclito convento de Santa Christina de Summo Portu de Aspa, de la Orden de Predicadores”. No se conserva este documento que sí conoció y sobre el que escribió el P. Ramón de Huesca.

Según estas autoridades, fue ya en la segunda mitad del siglo XVI cuando los frailes abandonaron o les obligaron a abandonar la casa de Somport para instalarse en la de Jaca. La casa primitiva que había visitado Labaña, según hemos dicho, que la describe como “pequeño y mal edificio”, fue destruida y en el momento actual solamente quedan restos de su cimentación. Podemos visitarlos, si los encontramos, cerca del llamado puente de Santa Cristina en la carretera de Jaca a Olorón.

El Papa Pablo V suprimió el priorato de Somport que erigió en dignidad secular incorporado al cabildo de la Seo de Zaragoza. Las rentas de Santa Cristina se asignaron al convento de dominicos de Jaca. No debió de ser obra del azar esta asignación toda vez que el encargado de suprimir el priorato fue Jerónimo Xavierre antes de ser nombrado cardenal y, que casualmente, pertenecía a la Orden de Dominicos.

D. El conflicto de Puilampa

Brevemente recordamos que esta casa, convertida más tarde en priorato fue donada a la orden en 1146. Durán Gudiol escribe de Puilampa como una entidad independiente en relación con Santa Cristina de Puilampa, pero Abbad Ríos (Zaragoza, 1954) siempre que se refiere a este tema reúne a cuatro iglesias, a saber, Layana, Puilampa, Cambrón y el Bayo. Cambrón es un monasterio que se funda para las monjas de Santa Cristina de Sumo Portu dado que el clima de Canranc era muy frío. Las monjas de Cambrón, sin embargo, sabemos ahora que eran cistercienses y no de Santa Cristina. Lo cierto es que en Puilampa encontramos un monasterio con frailes, bajo la autoridad de un prior, como se dice en el documento de la donación de la casa de Layana y que gozaría de abundantes rentas dada la excelente tierra de cultivo en la vega del río Riguel.

Pero como se ha repetido en tantas ocasiones, Puilampa pertenece al reino de Aragón y a la diócesis de Pamplona. Esta circunstancia desencadenó un desagradable conflicto que duraría varios años y que, sin duda, amargaría considerablemente a los priores que lo tuvieron que lidiar. Fue justo a mitad del siglo XII y se enfrentaron Sancho de Orradre, prior general y el obispo de Pamplona, Pedro Ximénez de Gozolaz por la posesión de los diezmos de los productos de la Casa de Puilampa que el Obispo entendía le pertenecían a él, igual que los de Uncastillo o Sádaba, por hablar de pueblos cercanos, mientras que el prior de Somport los consideraba bienes del monasterio. En la reunión entre el prior y el obispo se nombraron árbitros, pero dictaron una sentencia que no debió agradar al obispo por lo que éste la recurrió acudiendo al Obispo de Olorón en demanda de justicia. El Obispo de Olorón, a su vez, delegó en el abad cisterciense de Leyre y el prior Sancho de Orradre recusó la delegación por entender, no sin razón, que la sentencia no iba a serle favorable puesto que Leyre pertenecía al obispado de Pamplona. Desoyendo las protestas el abad de Leyre dictó sentencia solemnemente en la iglesia mayor de Sos el 30 de enero de 1252 a favor de Pamplona. No se cumplió la sentencia.

El problema fue heredado por el nuevo prior de Santa Cristina Sancho Xeménez porque el anterior fue nombrado abad de Montearagón, monasterio de más categoría. Tampoco este prior aceptó el arbitraje de Leyre por lo que también se dejó de cumplir la sentencia. Pocos años más tarde se reabrió la causa con más vigor y el abad de Leyre envió un ultimatum a Somport obligándole a cumplir la sentencia en ocho días bajo la amenaza de excomunión.

Esta amenaza no surtió efecto con lo que el obispo de Pamplona se sentía perjudicado por la cantidad de dinero que llevaba perdida. El abad de Leyre cambió la sentencia dando al obispo la posesión de Puilampa para resarcir las pérdidas y fue el propio papa Alejandro IV quien delegó en dos canónigos de Huesca para que ejecutaran la sentencia.

No conocemos bien el final de la historia, pero fue por entonces cuando la Orden tuvo que afrontar la gran deuda que antes hemos mencionado. Probablemente entre las deudas figuraría la de Puilampa que tendría que saldar oportunamente.

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